jueves, 27 de noviembre de 2008

Ciencia y Tecnologia en America Latina

Introducción

Junto a expresiones tales como «desarrollo sostenible» o «globalización», hoy es muy común escuchar mentar la «sociedad del conocimiento »1. Sin embargo, a la luz de la actual situación internacional y en particular de América Latina, parecería adecuado que también podamos hablar de la sociedad del «desconocimiento»2. Para bien o para mal, el conocimiento es hoy generalmente reconocido como un mecanismo crucial de estructuración y dinámica social, un factor que está transformando incluso los mecanismos clásicos de la propiedad y el trabajo. Autores como Daniel Bell3, Nico Stehr4, Manuel Castells5 y muchos otros, han destacado el papel central del conocimiento en el mundo actual. Esto es particularmente cierto en el mundo desarrollado, pero también lo es en el nivel global, con la creciente internacionalización de las redes del comercio y la comunicación.



La ciencia y la tecnología transforman de modo excepcional el aparato productivo, el que se haya incentivado además por la dinámica de los mercados globales. En estas condiciones, cada vez más la ciencia y la tecnología son objeto de políticas públicas y de estrategias concertadas entre estados y empresas.


La situación en los países en desarrollo


La gran mayoría de los países del llamado Tercer Mundo no transitaron un camino similar al de Europa, Estados Unidos y Japón. Éste fue el último en llegar, y por ello mismo, ejemplo señero y notable en la adopción de la ciencia y la tecnología como base del desarrollo y creador de esperanzas en el mundo en desarrollo de entonces. De hecho, algunas sociedades asiáticas lo adoptaron y esto permitió el renacer de un «optimismo histórico»: sí era posible entrar al círculo privilegiado.


Hasta hace pocas décadas estaba por fuera del horizonte de los países del Tercer Mundo alentar estas actividades para propulsar el desarrollo económico. De modo similar a como se tenían políticas educativas, de comercio exterior y agrícolas o industriales, nacieron en los años sesenta políticas de Ciencia y Tecnología, para trazar pautas de fomento y organización de esta compleja actividad.


Ciertos documentos aportaron sus luces en el escenario latinoamericano y sentaron las bases conceptuales para orientar las políticas en estos dominios.


En 1969, Jorge Sábato y Natalio Botana publicaron un documento de gran influencia: La Ciencia y la Tecnología en el desarrollo futuro de América Latina11. En él examinan con profundidad las tareas que corresponden al Estado, a la comunidad científica y al sector empresarial, ocupándose de señalar también las relaciones coherentes que estos deben construir para incorporar al desarrollo de los países latinoamericanos una variable de semejante poder.


Sin Ciencia y Tecnología, advertían Sábato y Botana de manera premonitoria, las naciones latinoamericanas se quedarían sin soberanía, solo con sus símbolos, las banderas y los himnos, pero sin viabilidad histórica.




El modelo latinoamericano de industrialización de tipo proteccionista y por sustitución de importaciones, engendró su propio estilo tecnológico y esto determinó implícitamente, entre otras cuestiones, el uso de insumos tecnológicos importados en detrimento de los de origen local. Otros países, en particular los asiáticos, siguieron políticas de exportaciones y de conexión con los mercados mundiales, lo que los condujo a otro tipo de perfil tecnológico, mucho más fuerte.


Es importante, para cerrar esta parte, anotar la influencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con sus políticas de financiamiento de la Ciencia y la Tecnología en América Latina. Debemos a Román Mayorga un documento llamado Cerrando la brecha12, de 1997, donde se analiza, en un período de unos veinte años, el desempeño de esta entidad concentrada en actividades e inversiones con un propósito básico: la creación de capacidad en Investigación y Desarrollo en universidades y centros públicos de investigación, mediante instrumentos como las becas de estudios de postgrado en el extranjero, con miras a la capacitación y especialización de los investigadores de dichas instituciones, y la construcción y dotación de una infraestructura física para la I+D como laboratorios, bibliotecas y centros de cómputo.


A fines de los ochenta se reveló un segundo objetivo estratégico de la política de Ciencia y Tecnología del BID: la estimulación directa de la demanda, a través de la empresa privada y el vínculo entre productores y usuarios de conocimientos y técnicas.




La necesidad de nuevos enfoques para un modelo productivo en la región


Con más de diez años de apertura comercial, América Latina ha ensayado mecanismos e instrumentos relativamente nuevos. Aunque se vienen produciendo avances tecnológicos, productivos e, incluso, institucionales, consideramos que es hora de hacer ciertos balances. Los que, con una visión de futuro, nos ayuden a buscar los modelos productivos más adecuados para la región, aquellos que nos permitan aprovechar sus recursos humanos y físicos, y nos eviten caer en la sociedad del desconocimiento, a la que hacíamos referencia en el comienzo.


Todo indica, en síntesis, que las TICs han profundizado la división en el mundo globalizado no solamente entre quienes tienen y no tienen, sino entre los que saben y los que no saben, entre los que tienen y no tienen acceso al conocimiento científico y tecnológico, entre quienes están conectados o desconectados de la Red. Somos testigos de cómo el conocimiento ha pasado a convertirse en la materia prima fundamental de los procesos productivos contemporáneos, tal como lo anticipara Daniel Bell hace tres décadas.


Existe, de hecho, una nueva «brecha tecnológica» en la globalización que divide las economías según su capacidad para la generación, asimilación y difusión del conocimiento. Esta capacidad tiene que ver con el tipo de sociedad, con sus posibilidades de especialización para la competencia internacional y con la flexibilidad de sus ordenamientos normativos.

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